El estudio de la muerte como hecho real y tangible en la vida del ser humano, pasa por una serie de consideraciones que van desde lo moral y ético, hasta lo religioso, médico asistencial y social. Inclusive es posible evidenciar un marco cultural en la valoración, ritos y costumbres totalmente diferentes de un país a otro e incluso de una zona a otra dentro de una misma nación, en relación al hecho de morir y su significado. Por lo general, la muerte se asocia a criterios finalistas de la vida, que dependiendo de los valores y cultura de cada persona puede verse con sentido de fatalidad o con un espíritu esperanzador para aquellos que creen en la vida después de la vida e incluso en la reencarnación. El morir comienza desde el momento de nacer. (Valera 1990). El hombre es el único ser viviente que tiene conciencia de la muerte y, por tanto, le teme. Se nace sin conciencia de que algún día se tiene que morir, pero pronto se advierte de manera creciente de que la vida tiene un ciclo: nacer, crecer, declinar y morir. De acuerdo al mismo autor la vida es un viaje. La travesía es diferente para cada hombre, pero el destino es el mismo ya que nada dura, todo lo que vive, muere. Haga lo que haga el hombre para tratar de olvidarse que debe morir, el proceso sigue adelante. Hecracles por su parte habla sobre el “Devenir eterno”, la existencia es un espacio entre dos extremos: el nacer y el morir. Desde la perspectiva médico asistencial la muerte es el término del funcionamiento de los órganos vitales y suele ser vista con la finalización de la atención y cuidados físicos que se le dan al paciente en estado terminal. En la actualidad se sabe que este paciente demanda cuidados físicos y requiere apoyo emocional, asesoría legal e información sobre su cuadro de salud, que le permitan asumir el momento inminente de su muerte con la mayor naturalidad posible y en las mejores condiciones humano-espirituales que se le puedan brindar. Este proceso de asistencia debe ser provisto por las entidades prestatarias de servicios de salud y debe implicar al paciente y a sus familiares o seres q1ueridos más cercanos, quienes se encuentran involucrados directamente en el proceso de atención y constituyen una fuente de afecto y apoyo para las personas cuya salud se encuentra en franco deterioro y presagia la finalización de su ciclo vital. Pese a esto, en la realidad de los servicios de salud, aún se sigue actuando desde la perspectiva del cuidado físico, siendo evidente la dificultad de médicos y enfermeros para manejar con el paciente y sus familiares la comunicación de su verdadero estado de salud, signos, síntomas, pautas y consecuencias del tratamiento, evolución del cuadro clínico y expectativa de vida. El diagnóstico de una enfermedad grave o terminal tiene numerosas aristas. En los hospitales y otros centros de enseñanza sanitarios este aspecto es abordado de manera exhaustiva tomando como punto de partida la anamnesis (conjunto de los datos clínicos relevantes y otros del historial de un paciente) y los resultados de los exámenes especiales ordenados por los profesionales de la salud en base a los síntomas del paciente. Hay otro aspecto que día a día gana espacio en los planes de estudio y en la formación continua de médicos, enfermeros, personal administrativo de centros de salud, pacientes y familiares: La gestión del paciente terminal. En este capítulo revisaremos el primer e importante paso en la gerencia de la muerte: El diagnóstico, desde la óptica de pacientes, familiares y los profesionales de la salud.